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Este mensaje es un recordatorio para los que estéis interesado en acudir al próximo Congreso Nacional de la SEPL ( https://psiquiatrialegal2026.com/programa/ ), que como sabéis la sede será en Vitoria, los días 14-16 de mayo de 2026. Por dificultades en la web actual de la SEPL hemos creado para este congreso una web paralela que acoja toda la información relativa al congreso (programa, inscripciones, alojamiento y participación mediante póster). Es decir, para cualquier información relacionada con el congreso 2026, tendrás que dirigirte y consultar en esta nueva Web. El enlace de contacto con esta nueva Web del congreso Vitoria 2026 es: https://psiquiatrialegal2026.com/ Disculpad las molestias. Ya se pueden hacer inscripciones al Congreso.

El 7 de octubre de 2026 se conmemorará el centenario de la muerte de Emil Kraepelin. Su sexta edición de Psiquiatría: Un libro de texto para estudiantes y médicos (1899), en la que describió la «demencia precoz» (posteriormente esquizofrenia) y la distinguió de la «locura maníaco-depresiva» (actual trastorno bipolar), sentó las bases para el diagnóstico clínico y definió el largo siglo XX de la psiquiatría (1899-2026). En cierto sentido, hemos estado leyendo este libro de texto desde entonces En este artículo los autores revisan el legado de Emil Kraepelin quien estableció un enfoque que consolidó la psiquiatría como especialidad médica, y su metodología ha dominado la profesión hasta la actualidad . Sin embargo, sus opiniones eugenésicas pesan mucho debido a las catástrofes en las que estuvo implicada la psiquiatría alemana y a las que contribuyó activamente durante la era nazi que siguió. Además, su proyecto de establecer las enfermedades mentales en forma de clases naturales discretas ha fracasado a la luz del progreso científico. La psiquiatría debe comprender la complejidad de las enfermedades mentales y profundizar en los ámbitos inherentemente difusos del lenguaje, la cultura, el cambio tecnológico y el poder político. Este cambio debería influir con mayor fuerza en el currículo de la psiquiatría, las prioridades de investigación, el desarrollo profesional continuo, la práctica, la ética y la participación pública. La psiquiatría más allá de los libros de texto La psiquiatría, nacida en los manicomios del siglo XIX bajo el modelo biomédico de Kraepelin, ha evolucionado más allá de la desinstitucionalización, buscando integrar el tratamiento de trastornos como la esquizofrenia en comunidades inclusivas. Aunque persisten el diagnóstico clínico y las intervenciones farmacológicas, psicológicas y físicas, el contexto actual exige una transformación profunda. Las dinámicas políticas, económicas y tecnológicas, aceleradas por la pandemia, han fragmentado sociedades, ha generado desigualdad y exclusión, y ha dado lugar a movimientos sociales liderados por usuarios de servicios. Surge así la “Psiquiatría Metacomunitaria”, que propone ir más allá del enfoque comunitario tradicional, incorporando una visión ecológica del cerebro y del paciente, y otorgando centralidad al lenguaje como fundamento de la conexión humana. Este cambio implica reforzar el diálogo con las humanidades y las ciencias sociales, priorizar la experiencia subjetiva y los determinantes sociales de la salud mental, y formar profesionales capaces de cuestionar inequidades y colaborar con actores sociales y políticos. La inteligencia artificial promete avances, pero también riesgos, por lo que se requiere un equilibrio entre innovación y evidencia. Lejos de fracasar, la dificultad para definir enfermedades refleja progreso científico. La psiquiatría del siglo XXI debe asumir la incertidumbre y orientarse hacia la cultura, la tecnología y el poder político para renovar investigación, práctica y ética.

La glicina, el aminoácido más pequeño y presente de forma natural en el organismo y en numerosos alimentos, ha captado el interés como un prometedor somnífero, con creciente evidencia clínica que respalda su eficacia. Este artículo examina los mecanismos de acción de la glicina para promover el sueño , revisa estudios clínicos que demuestran sus beneficios y ofrece orientación práctica para profesionales de la salud que consideran la suplementación con glicina en pacientes con dificultades para dormir. Las investigaciones demuestran que la glicina actúa a través de múltiples vías, como la termorregulación, la modulación de neurotransmisores y el apoyo al ritmo circadiano. Mecanismos Fundamentales 1. Regulación de la temperatura Para inducir el sueño, el cuerpo necesita bajar la temperatura central, un proceso facilitado al aumentar el flujo sanguíneo a extremidades como manos y pies. La glicina potencia esta vasodilatación periférica antes de dormir, acelerando la bajada de temperatura corporal central y favoreciendo así la inducción del sueño. Algunos estudios muestran que, tras la ingesta de glicina, se detecta un aumento de temperatura en manos y pies en apenas 30 minutos, acompañada de una sensación subjetiva de somnolencia. 2. Neurotransmisor y Neuromodulador Actuando como neurotransmisor inhibidor en el tronco encefálico y la médula espinal, la glicina modera la actividad neuronal sin causar sedación profunda. Además, interactúa con los receptores NMDA en el cerebro, modulando la excitabilidad neuronal. Estos efectos podrían contribuir a mantener un estado de alerta y claridad mental al despertar, en contraste con los efectos residuales de sedantes más contundentes. 3. Apoyo al Ritmo Circadiano La glicina podría reforzar los ritmos biológicos circadianos estabilizando los procesos celulares del reloj interno del organismo. Este efecto es útil en personas con patrones de sueño irregulares, ya sea por trabajo nocturno, viajes o rutinas variables, ayudando a restablecer y mantener una pauta de descanso más regular. 4. Preservación de la Arquitectura del Sueño Un beneficio notable es que la glicina mejora la calidad del sueño sin alterar las fases esenciales (ligero, profundo y REM). Se preserva adecuadamente la estructura del sueño, con un aumento en la eficiencia del sueño profundo y transiciones más suaves entre fases. Evidencia Clínica Diversos estudios, principalmente conducidos en Japón, demostraron que 3 g de glicina antes de acostarse reducen el tiempo de latencia del sueño, mejoran la calidad percibida del descanso y elevan la eficiencia del mismo, sin efectos adversos relevantes. Además, estos estudios revelaron mejoras en la alerta y el rendimiento cognitivo al despertar, y una menor fragmentación del sueño durante la noche. La tolerabilidad es notablemente alta: los efectos secundarios son escasos y leves, con ocasional malestar digestivo, y no se han registrado somnolencia residual, dependencia ni insomnio rebote al suspender el suplemento. Aplicación Terapéutica La dosis óptima estudiada es de 3 g, tomada aproximadamente una hora antes de dormir, permitiendo que la glicina ejerza sus efectos termorreguladores y neuromoduladores al inicio del sueño. Dosis menores muestran beneficios, aunque en menor medida, y dosis mayores (5–6 g) no han evidenciado ventajas adicionales, pudiendo producir malestar digestivo. En conclusión, la glicina representa una opción segura, eficaz y bien tolerada para mejorar el sueño. Actúa de forma fisiológica, respetando los procesos naturales del descanso y ofreciendo beneficios tanto inmediatos como sostenidos, sin los riesgos asociados con los hipnóticos tradicionales. Es especialmente útil para pacientes que buscan alternativas naturales o presentan efectos adversos con otros tratamientos.

El Tribunal Supremo ha revocado la condena impuesta a una estudiante de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, acusada de falsedad documental por alterar dos respuestas en un examen de Anatomía III durante su revisión. En 2019, la alumna modificó su hoja para que las respuestas erróneas aparecieran como correctas, pero la profesora había fotografiado previamente el examen original, lo que permitió descubrir la manipulación. El Juzgado de lo Penal número 17 la condenó a ocho meses de prisión, multa económica y la inhabilitación para el derecho de sufragio pasivo. La Audiencia Provincial confirmó la sentencia, considerando que la conducta constituía falsedad en documento oficial. Sin embargo, la estudiante recurrió ante el Supremo alegando desproporción y falta de fundamento jurídico. La Sala de lo Penal del Alto Tribunal estimó el recurso y anuló la condena. Argumentó que un examen universitario no puede considerarse documento oficial en sentido penal, pues no acredita una relación jurídico-procesal ni tiene la naturaleza pública exigida por el tipo penal. Aunque reconoció la existencia de una falsedad ideológica, concluyó que no reúne los requisitos para ser delito. El fallo subraya que la actuación de la alumna es reprochable desde el ámbito académico, pero no merece sanción penal. La decisión sienta un precedente relevante: no toda irregularidad en el contexto educativo debe derivar en responsabilidad penal, reservando esta vía para conductas que generen auténticos perjuicios jurídicos.

Revisión narrativa de la literatura que ofrece una hoja de ruta práctica y de implementación escalonada, para incorporar la inteligencia artificial generativa en entornos clínicos de forma segura, progresiva y centrada en el bienestar de pacientes y profesionales. Los autores proponen un marco pragmático en cinco fases, ordenadas según el nivel de riesgo, complejidad técnica y evidencia disponible. Fase 1 – Reducción de carga administrativa : el uso de inteligencia artificial generativa (GenAI) para transcribir y generar notas durante las consultas puede liberar hasta un 25 % del tiempo dedicado a tareas clínicas, permitiendo mayor atención al paciente. Asimismo, facilita la síntesis eficiente de historiales clínicos y la redacción de sumarios de alta, lo que no solo acelera la comunicación entre profesionales, sino también mejora la comprensión y seguimiento por parte de los pacientes. Fase 2 – Mejora de eficiencia operativa : se sugiere automatizar tareas rutinarias como la programación, redacción de actas e incluso codificación de registros clínicos. En ámbitos como radiología y patología digital, GenAI puede disminuir el tiempo de creación de informes hasta en un tercio, aligerar la carga de trabajo y mitigar el agotamiento profesional. Fase 3 – Apoyo a la calidad y la seguridad : los grandes modelos de lenguaje (LLM) permiten la captura y análisis en tiempo real de eventos adversos o cuasi‑errores mediante el examen de registros electrónicos, posibilitando intervenciones tempranas. Su capacidad para sintetizar datos y generar informes automatizados libera recursos para enfoques de mejora más estratégicos. Fase 4 – Asistencia en la toma de decisiones clínicas : al interactuar mediante prompts, GenAI puede recuperar evidencia médica de calidad, sugerir diagnósticos diferenciales y apoyar la personalización de tratamientos, incluyendo el análisis de datos genómicos y fenotípicos. Fase 5 – Herramientas para pacientes : los chatbots especializados pueden ofrecer orientación sobre síntomas, seguimiento de enfermedades crónicas y redacción de respuestas a consultas. Aun así, se reconoce la necesidad de evaluación cuidadosa para evitar recomendaciones inapropiadas. El artículo identifica también riesgos inherentes: generación de errores (“alucinaciones”), sesgos debido a datos insuficientes, brechas en transparencia, amenazas a la privacidad, dependencia excesiva y costo ambiental. Para abordarlos, se sugieren estrategias como el uso de conjuntos de datos amplios y actualizados, “red teaming” para identificar vulnerabilidades, generación aumentada con recuperación de referencias, reducción de la entropía del modelo, revisión humana obligatoria, registro de cambios y validación continua. Finalmente, se subrayan desafíos regulatorios: los modelos en continua adaptación plantean dificultades para la aprobación única como software médico, por lo que se requieren esquemas regulatorios ágiles y protocolos robustos para evaluación y supervisión en cada fase.

El estudio analiza la incidencia de homicidios entre personas con discapacidad (PcD) en Estados Unidos entre 2003 y 2022, utilizando datos del Sistema Nacional de Reporte de Muertes Violentas (NVDRS). Este sistema recopila información de certificados de defunción, registros forenses y reportes policiales, aunque no incluye variables estandarizadas sobre discapacidad; por ello, la identificación se realizó mediante búsqueda textual en los registros. Durante el período estudiado se registraron 1.498 homicidios de PcD. Las discapacidades más frecuentes fueron neurológicas (36,7%) y cognitivas (35,5%), seguidas por físicas (22,4%) y casos no especificados (5,4%). Un 18,2% presentaba múltiples tipos de discapacidad. La edad resultó un factor determinante: el 45,1% de las víctimas tenía 65 años o más, destacando el grupo de mayores de 75 años (29,7%). En cuanto al método, las armas de fuego estuvieron presentes en el 38,5% de los casos. Las circunstancias que precipitaron los homicidios fueron principalmente abuso o negligencia por parte de cuidadores (27%), discusiones (26%) y violencia de pareja íntima (24%). Estas últimas afectaron de manera desproporcionada a las mujeres: el 38,1% de los homicidios femeninos se relacionó con abuso de cuidadores y el 43,7% con violencia de pareja, frente al 19,1% y 9,1% en hombres, respectivamente. Además, casi la mitad de las víctimas (49,5%) presentaba problemas de salud mental en el momento de la muerte, y una proporción significativa había recibido tratamiento previo. En resumen, los adultos mayores representaron casi la mitad de las víctimas, y las afecciones de salud mental, como la demencia y el Alzheimer, fueron frecuentes entre los fallecidos, especialmente entre las mujeres. Entre los adultos mayores y los niños víctimas, el abuso o la negligencia de los cuidadores fue común. Los resultados subrayan la importancia de apoyar a los cuidadores de personas con discapacidad, crear entornos protectores para ellas, recopilar sistemáticamente datos sobre la violencia contra ellas y adaptar las estrategias de prevención para abordar sus necesidades.

Artículo publicado en The Objective sobre los beneficios que la lectura reporta a nuestro cerebro y el bienestar emocional que proporciona. La lectura constituye una actividad compleja que, lejos de ser innata, ha requerido un proceso evolutivo y cultural para su adquisición. Con apenas seis milenios de existencia, esta habilidad implica una reorganización funcional del cerebro, en la que áreas previamente consolidadas se adaptan para permitir la decodificación y comprensión del lenguaje escrito. Desde la perspectiva neurocientífica, el acto lector activa múltiples regiones, entre ellas el giro supramarginal, el giro angular, las áreas frontales vinculadas a la articulación y las zonas occipitales responsables del procesamiento visual. Asimismo, intervienen estructuras relacionadas con la memoria y la carga emocional, lo que evidencia la relevancia de la neuroplasticidad y las conexiones interhemisféricas. Los beneficios derivados de la lectura son ampliamente reconocidos. En el plano psicológico, fomenta la imaginación y la empatía, al estimular áreas cerebrales asociadas con la teoría de la mente y la introspección. Además, potencia funciones cognitivas esenciales como la atención sostenida, la memoria y la concentración, contribuyendo a reducir la distracción y los niveles de estrés mediante la liberación de neurotransmisores como la dopamina y la oxitocina. De igual modo, se ha demostrado su papel protector frente al deterioro cognitivo, gracias al incremento de la denominada reserva cognitiva, que retrasa la aparición de síntomas asociados a la demencia. No obstante, persiste un elevado porcentaje de población que no incorpora la lectura a sus hábitos cotidianos. Para revertir esta tendencia, resulta imprescindible implementar estrategias institucionales orientadas a la promoción de la lectura mediante campañas informativas y actividades que involucren a bibliotecas, centros educativos y espacios comunitarios. A nivel individual, la creación de rutinas lectoras y la participación en entornos sociales como clubes de lectura constituyen herramientas eficaces para consolidar este hábito. En síntesis, la lectura se erige como un recurso insustituible para el bienestar emocional, la salud cognitiva y el fortalecimiento de los vínculos sociales. Fomentarla es, por tanto, una inversión en calidad de vida y desarrollo humano.

Los adolescentes que tienen perros tienen un bienestar superior a los que no los tienen. Sin embargo, no está claro cuál es el mecanismo subyacente por el cual, tener un perro afecta al bienestar de los adolescentes. Como la tenencia de perros influye en la composición de la microbiota en el entorno doméstico, este estudio examina el microbioma de adolescentes que poseen perros y se analizan posibles asociaciones con la salud mental y el comportamiento en los participantes adolescentes de la cohorte. Los hallazgos revelan que los adolescentes propietarios de perros mostraron menos problemas con las puntuaciones psicológicas. Los ratones tratados con la microbiota de adolescentes dueños de perros mostraron un mayor acercamiento social a un compañero de jaula atrapado. Se realizó un análisis de asociación entre las puntuaciones psicológicas de los adolescentes y el comportamiento del ratón con la abundancia de cada variante de secuencia de amplicón (ASV) del microbioma, y se encontró que las ASV pertenecientes a Streptococcus se correlacionaron con el acercamiento social en ratones ex-libres de gérmenes y las puntuaciones mentales en los adolescentes. Estos resultados sugieren que la microbiota puede estar parcialmente involucrada en la mejora del bienestar de los adolescentes que viven con perros.

Artículo de opinión que analiza cómo la extensión radical de la vida podría amenazar la virtud cívica en sociedades desiguales . Imaginemos un futuro en que terapias avanzadas—genes, senolíticos—permiten vivir siglos con plenitud. El problema no estaría únicamente en el deseo de inmortalidad, sino en cómo esas tecnologías se distribuirían preferentemente entre los más acomodados. La desigualdad actual ya impacta en el acceso a fármacos potentes, como los agonistas GLP-1 usados contra la diabetes, prioritariamente disponibles para los ricos. Si se replicara este patrón con intervenciones para alargar vidas, los adinerados podrían llegar a vivir no solo más años, sino vidas notablemente más sanas y largas que el resto. Eso crearía una “brecha de longevidad” que va más allá de una simple injusticia material—intenta erosionar la base moral sobre la cual construimos nuestra comunidad política. Las virtudes cívicas—como la capacidad de reconocer a los demás como iguales, escuchar sus necesidades y asumir la voluntad de limitar el propio interés—son esenciales para sostener una democracia liberal. Sin cierto grado de “amistad cívica” y reconocimiento mutuo, los procesos políticos se vuelven meros juegos de poder. Usando la metáfora de Dickens: sólo cuando nos vemos como compañeros en el camino hacia la muerte —como en Cuento de Navidad— emergen vínculos comunitarios reales. Ahora, si los ricos no solo viven más sino que desarrollan perspectivas temporales distintas —escenarios de vida que ahora incluyen ser padres a los 100, cambiar de carrera a los 200— las experiencias comunes en torno a hitos vitales (30, 50 años) perderán toda su resonancia compartida. Esa distorsión socava esa narrativa colectiva que permite vernos como iguales, socava la empatía, y puede generar alienación, deshumanización del “otro” y una política basada en categorías biológicas o temporales. Esto no significa que debamos rechazar por completo la extensión de vida. Puede tener posibles beneficios médicos o individuales. Pero en un contexto de desigualdad, introducir estas tecnologías sin contramedidas —distribución equitativa, regulación, políticas de cohesión—podría dañar el tejido moral de la sociedad. En definitiva, de acuerdo con el autor del artículo hay un doble temor: por un lado, la injusticia que representa una brecha de longevidad; por otro, el efecto corrosivo sobre la virtud cívica, esa fuerza invisible que permite a las personas actuar como ciudadanos conscientes, solidarios y justos. Es un llamado a pensar no solo en cómo prolongar la vida, sino en qué vida común queremos mantener como base de una comunidad plural y democrática.

El artículo examina la evolución histórica de la longevidad humana para extraer principios éticos aplicables a la gerociencia contemporánea . A mediados del siglo XIX, la esperanza de vida al nacer rondaba apenas los 39 años en Estados Unidos. Sin embargo, con mejoras en higiene (como el tratamiento del agua y el manejo de residuos), avances en saneamiento, nutrición, vacunación, antibióticos y medicina preventiva, esta cifra se duplicó en apenas cien años, alcanzando los 70 años hacia 1960 y los 78 en 2023. Esta perspectiva histórica revela que el envejecimiento, lejos de ser inmutable, responde a intervenciones colectivas y políticas públicas. Los autores subrayan que los logros en salud poblacional han coexistido con profundas desigualdades. Las mejoras en longevidad no se distribuyen equitativamente entre países ni grupos socioeconómicos, lo que evidencia el peso de los determinantes sociales. Además, prolongar la vida sin garantizar calidad genera tensiones demográficas, económicas y sanitarias, como el aumento de enfermedades crónicas y la presión sobre sistemas de pensiones. En este contexto surge la gerociencia, disciplina que busca intervenir en los mecanismos biológicos del envejecimiento mediante estrategias como senolíticos, inhibidores de mTOR y reprogramación celular. Su objetivo no es solo extender la vida, sino optimizar la salud durante la vejez. Sin embargo, esta promesa plantea desafíos éticos significativos. Los autores proponen tres lecciones esenciales: responsabilidad intergeneracional, para anticipar impactos sociales y económicos; equidad, para evitar que los beneficios se concentren en élites; y continuidad histórica, que exige fortalecer infraestructuras básicas como saneamiento y vacunación, pilares de cualquier progreso en salud. En resumen, concluyen que la gerociencia puede ser una promesa transformadora, pero solo si se integra en una visión ética y colectiva, que contemple tanto el potencial biológico de la vida humana como el poder de las comunidades, las políticas y las instituciones para sostenerla.


