Artículo de opinión publicado en la revista Daedalus y escrito por Allan V. Horwitz, Profesor Emérito de Sociología en la Universidad de Rutgers (EEUU) y autor de libros como “El control social de la enfermedad mental” y Jerome C. Wakefield, profesor de Trabajo Social, Universidad de Nueva York.
Os resumo con el pimer párrafo del artículo:
“Dos modelos han dominado las representaciones de la depresión. El modelo médico considera la depresión como una enfermedad que tiene síntomas distintos con cursos y resultados predecibles. Por lo general, se basa en explicaciones y respuestas relacionadas con el cerebro, aunque muchos seguidores también utilizan causas y tratamientos sociales y psicológicos. Un segundo modelo concibe la depresión como el resultado de factores estresantes externos, pérdidas y otros problemas de la vida que desaparecen naturalmente cuando estas condiciones mejoran. Desde este punto de vista, las respuestas óptimas residen en abordar las condiciones sociales que subyacen a los estados deprimidos. En este ensayo, examinamos cómo cada edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) desde el DSM-III en 1980 ha desdibujado los enfoques médicos y sociales y ha concebido todo tipo de síntomas depresivos como si necesitaran respuestas medicinales… En consecuencia, las formas sociales de depresión han sido vistas como trastornos médicos, lo que ha dado lugar a opiniones erróneas sobre su prevalencia, etiología y tratamiento… Aunque la distinción entre los tipos social y médico suele ser difícil de hacer, es un primer paso esencial para desarrollar concepciones precisas de los dos lados de la depresión.”
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