Hay desacuerdo sobre si el odio es una emoción o un actitud. Mientras que algunos definen el odio como una emoción profunda, duradera e intensa, otros lo consideran una actitud o disposición duradera de intensa aversión puntuada por emociones negativas como la ira. Ya sea emoción o disposición, hay desacuerdo adicional sobre si el odio conduce necesariamente a un impulso de eliminar social, psicológica o físicamente a su objetivo. Sin embargo, el odio que conduce a impulsos negativos hacia los demás es la fuente de gran parte de la tragedia humana.
La literatura sobre la deshumanización y su relación con el cerebro distingue dos formas principales de deshumanización: tratar a los demás como animales (devaluación a través de la infrahumanización) y tratar a los demás como objetos.
Las acciones basadas en el odio siguen teniendo graves consecuencias y requieren un enfoque más estudiado de los factores cognitivos, como el tipo y el origen de una deshumanización subyacente que alienta el daño hacia los demás. El odio puede surgir de un mecanismo normal aumentado para devaluar a los demás, posiblemente mediado por el cortex frontal inferior, en lugar de la alteración de la mentalización que se observa en las enfermedades que implican una disfunción predominantemente frontal. Claramente, este es un punto de partida propuesto, o una hipótesis, para abordar una comprensión del odio; es de esperar que esta hipótesis pueda estimular una mayor investigación de los mecanismos neuropsiquiátricos subyacentes al odio, con el objetivo final de guiar los esfuerzos para mitigar su expresión.
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