Editorial de la revista The Lancet sobre el impacto en la salud pública de la desinformación sanitaria (información deliberadamente engañosa) y la información errónea (información falsa compartida sin intención de engañar). Contenidos que han proliferado, especialmente desde la pandemia de COVID-19.
Durante la pandemia, el aumento del uso de las redes sociales y las interpretaciones políticamente polarizadas fomentaron la difusión de afirmaciones engañosas sobre el virus y las medidas médicas. Esta desinformación se utilizó como propaganda, explotando el miedo, socavando la confianza pública y obstaculizando la acción colectiva en momentos críticos.
Hoy en día, el contenido engañoso en las redes sociales afecta la información sobre la prevención y el tratamiento del cáncer, lleva a los pacientes a abandonar tratamientos basados en evidencia en favor de alternativas promovidas por influencers, minimiza la gravedad de las condiciones de salud mental y promueve suplementos no regulados con afirmaciones dudosas.
El artículo también destaca que la desinformación se ha convertido en una herramienta para atacar y desacreditar a científicos y profesionales de la salud con fines políticos, lo que tiene efectos destructivos en la salud pública. La falta de acción seria por parte de las empresas tecnológicas, como la decisión de Meta de terminar con la verificación de hechos, agrava el problema.
Para combatir la desinformación, se necesita un enfoque sistemático similar al control de agentes infecciosos: identificar y contener la fuente, identificar proactivamente a los más vulnerables a sus efectos y proporcionar recursos educativos claros para inmunizar a la población contra las afirmaciones falsas.
Australia, la OMS, la Comisión Europea han tomado iniciativas positivas para fomentar la comunicación responsable y la revista The Lancet se compromete a apoyar estos esfuerzos.
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