Artículo que examina la eficacia y seguridad del litio en diferentes rangos de dosis. Aunque el litio es conocido como un estabilizador del estado de ánimo en trastornos bipolares, también tiene aplicaciones terapéuticas más allá de la psiquiatría. Se ha demostrado que el litio tiene efectos neuroprotectores, incluyendo la longitud de los telómeros, la neurogénesis hipocampal y la reducción de la inflamación periférica. Sin embargo, su uso sigue siendo subóptimo debido a preocupaciones sobre efectos secundarios, monitoreo sanguíneo regular y dosis adecuadas. Se insta a realizar ensayos clínicos a gran escala y a largo plazo para evaluar el uso de dosis bajas de litio en áreas como la prevención del deterioro cognitivo y los trastornos del ánimo.
En el uso clínico del litio, principalmente para los trastornos afectivos, pero también potencialmente para la demencia y como transdiagnóstico para el suicidio o la agresión, un mensaje es claro: “baje la dosis lo más que pueda” para evitar efectos clínicos nocivos y utilice las diversas guías para controlar los efectos adversos.
Para algunas indicaciones, particularmente enfermedades cognitivas, tendencias suicidas y agresión (pero también evidentes en el estado de ánimo), hay cierta evidencia de efectos incluso con cantidades minúsculas de litio.
Los autores consideran que la disponibilidad de litio en una gama tan amplia de cantidades, en combinación con sus efectos de amplio alcance, sugiere que existe una oportunidad infrautilizada para comprender plenamente sus beneficios en dosis en las que no existen problemas de seguridad.
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