Artículo de reflexión sobre el papel de los psiquiatras ante el debate social por los tratamientos involuntarios.
Actualmente hay en EEUU un movimiento gradual hacia el tratamiento legal obligatorio de enfermedades mentales graves. Por ejemplo, el alcalde de Nueva York ha propuesto intensificar los esfuerzos para hospitalizar involuntariamente a personas sin hogar con enfermedades mentales graves, aunque no representen una amenaza de violencia. Por otro lado, este tipo de movimientos revive los temores de respuestas coercitivas, opresivas y traumáticas a las enfermedades mentales y volver a una era de reinstitucionalización.
El Dr. Daniel Morehead, autor del artículo, se pregunta dónde están los psiquiatras en este debate, que no tienen un lugar público prominente en estas discusiones.
Entiende que el tratamiento involuntario plantea el espectro de la psiquiatría coercitiva y la imagen del psiquiatra como un sádico hambriento de poder. Revive y refuerza la vieja impresión de que el psiquiatra es un ejecutor del control social más que un sanador de la mente. Y esta es una imagen que muy pocos psiquiatras desean retomar.
El Dr Morehead recuerda que el tratamiento involuntario no es exclusivo de la psiquiatría. En contraste con las impresiones públicas, el tratamiento involuntario es un elemento básico de toda la atención médica para condiciones graves y potencialmente mortales. Por ejemplo, el caso de una persona que acaba de sufrir un accidente grave, está inconsciente y precisa de un tratamiento urgente o el caso de un paciente hospitalizado que tiene un delirium y quiere marcharse porque llega tarde al trabajo pensando que está en casa.
Es cierto que en psiquiatría hay una particularidad y es que gran parte de las enfermedades que afectan a la capacidad de decidir siguen una evolución crónica.
Sin embargo, el principio ético es el mismo para la psiquiatría que para otras ramas de la medicina: las personas con enfermedades graves y potencialmente mortales pueden rechazar el tratamiento, pero solo si están en su estado mental normal para hacerlo.
El dilema es qué pasa con personas con enfermedades crónicas (por ejemplo psicosis, deterioro cognitivo) que su capacidad de decidir solo está afectada parcialmente y pueden conservar cierta capacidad para razonar sobre las consecuencias de sus decisiones y cierta capacidad para llevarlas a cabo. ¿Se debe permitir que las personas en esta posición rechacen el tratamiento?
El Dr Morehead considera que nuestra sociedad es profundamente ambivalente sobre esta cuestión y aboga por una función educadora del psiquiatra.
Los psiquiatras sólo deben educar al público sobre el internamiento involuntario, no decirle qué hacer.
Opina que los psiquiatras hacen bien en mantenerse al margen del debate sobre las leyes del internamiento involuntario. El público no nos ve como expertos imparciales y con argumentos basados en la ciencia con respecto a esta pregunta. Nos ve como personas que tienen un conflicto de intereses.
En esta labor educativa el psiquiatra debe ayudar al público a comprender que el tratamiento psiquiátrico involuntario no es fundamentalmente diferente de otros tipos de tratamiento médico involuntario, y que los psiquiatras, en este sentido, no son diferentes de cualquier otra clase de médico.
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