El infarto de miocardio (IM) es un evento cardiovascular causado por la disminución o el cese completo del flujo sanguíneo a una porción del miocardio. Puede surgir de una variedad de factores etiológicos, incluidos los fármacos.
Esta revisión tiene como objetivo explorar los diversos fármacos y sustancias que pueden provocar un infarto de miocardio inducido por fármacos, centrándose en sus mecanismos de acción y los procesos fisiopatológicos involucrados. Se discuten varios agentes farmacológicos establecidos y emergentes que podrían elevar el riesgo de infarto de miocardio, como los AINE, las terapias hormonales, los anticoagulantes, los fármacos de quimioterapia, los antipsicóticos y drogas ilegales como la cocaína, las anfetaminas o las metanfetaminas y el éxtasis.
Los mecanismos fisiopatológicos a menudo dependen de las propiedades específicas de los fármacos y de la salud cardiovascular subyacente del individuo.
Los antipsicóticos de segunda generación (ASG), como la olanzapina y la risperidona, se han asociado con un mayor riesgo de eventos cardiovasculares, incluido el infarto de miocardio. Los mecanismos subyacentes están vinculados principalmente a sus efectos secundarios metabólicos.
Se sabe que los ASG causan un aumento de peso significativo, que es un factor de riesgo cardiovascular importante. El exceso de peso, especialmente la obesidad central, aumenta el riesgo de desarrollar afecciones como hipertensión, dislipidemia y resistencia a la insulina, todas las cuales contribuyen a la enfermedad de las arterias coronarias y, finalmente, al infarto de miocardio.
Estos fármacos pueden promover un estado proinflamatorio, contribuyendo a la disfunción endotelial, la inestabilidad de la placa y la trombosis, aumentando el riesgo de un evento cardiovascular agudo como el infarto de miocardio.
Para abordar estos riesgos es necesario controlar periódicamente el peso, la presión arterial, la glucemia y los niveles de lípidos en los pacientes que toman ASG. Las intervenciones en el estilo de vida y los medicamentos para controlar estos efectos secundarios metabólicos también pueden ayudar a reducir los riesgos cardiovasculares asociados.
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