La muerte de Thomas Kingston pone de relieve los desafíos que supone vincular los antidepresivos al suicidio
Este artículo de opinión aborda las dificultades para establecer una conexión clara entre el uso de antidepresivos y el suicidio. Se centra en el caso de Thomas Kingston, cuya muerte ha generado un debate sobre los posibles riesgos asociados con estos medicamentos. Thomas Kingston fue un financiero y exdiplomático británico que el 25 de febrero de 2024 se quitó la vida. Su médico de cabecera le había recetado en las semanas previas antidepresivos ISRS en relación con estrés laboral y alteraciones del sueño. El forense concluyó que la muerte de Kingston fue un acto impulsivo en el contexto de reacciones adversas a los medicamentos recetados, y señaló que no había una intención firme de terminar con su vida.
Más allá de los interrogantes que plantea el caso en particular, el artículo plantea la posible relación entre suicidio y antidepresivos y la necesidad de ser transparentes sobre los posibles daños y de realizar más investigaciones para comprender mejor estos riesgos.
Ser transparente con el público sobre estos riesgos logra dos cosas:
- En primer lugar, si los pacientes y los médicos son conscientes de la posibilidad de daño, pueden reconocer el problema tempranamente y suspender la medicación antes de que progrese.
- En segundo lugar, sirve como recordatorio de que la enfermedad que se está tratando debe ser lo suficientemente angustiante o grave para la persona como para que esté dispuesta a aceptar la posibilidad de sufrir efectos adversos poco frecuentes pero graves. El umbral que se considera suficientemente angustiante o grave será diferente para cada persona, pero vale la pena reflexionar sobre cuál es ese umbral en cada situación particular para cada persona en particular.

