La menopausia se define como el cese natural y permanente de la menstruación, señalando el fin del periodo fértil de la mujer. Se diagnostica (aunque no se trata de una enfermedad) transcurridos 12 meses sin menstruación, y suele ocurrir entre los 45 y 55 años, aunque hay excepciones. Durante esta transición, llamada “perimenopausia”, ocurren cambios fisiológicos que, eventualmente, podrían tener relación con una mayor dificultad para dormir bien. Según la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia aproximadamente la mitad de las mujeres sufren algún trastorno de sueño durante este proceso.
Los cambios en los niveles de hormonas y las alteraciones fisiológicas como los sofocos son factores que influyen en la calidad del sueño. Por otro lado, el envejecimiento, el aumento de peso o la aparición de enfermedades crónicas pueden conllevar cambios sobre el estado físico que, a su vez, afecten al sueño y a los hábitos diarios. Además, el propio envejecimiento fisiológico puede conllevar un deterioro del sistema circadiano por ejemplo, disminuyendo la secreción de la hormona melatonina, que es importante en la regulación del ciclo sueño-vigilia.
Esta etapa de la vida coincide en muchos casos con un momento de cambio psicológico y con factores psicosociales que facilitan una mayor posibilidad de padecer estados ansioso-depresivos. La propia percepción del paso de la vida, las obligaciones que en esta época pueden confluir (como el cuidado simultáneo de padres mayores y de hijos pequeños o adolescentes), unido a las preocupaciones del día a día comunes a cualquier momento de la edad adulta.
Todo ello contribuye a tener una mala calidad del sueño o un sueño insuficiente.
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