Necesidad de una definición consensuada de salud mental
Artículo que aborda la importancia de establecer una definición consensuada de la salud mental. A lo largo de la historia, han surgido, diversas definiciones pero ninguna ha sido completamente satisfactoria. A continuación, un resumen los puntos clave del artículo:
1. Orígenes de la conceptualización de la salud mental:
- En 1948, J.C. Flugel propuso una definición inicial como “una condición que permite el desarrollo óptimo, físico, intelectual y emocional del individuo, compatible con el de otros”.
- En 1950, la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió la salud mental como “una condición sujeta a fluctuaciones debido a factores biológicos y sociales, que permite al individuo lograr una síntesis satisfactoria de sus impulsos instintivos potencialmente conflictivos, mantener relaciones armoniosas con otros y participar en cambios constructivos en su entorno social y físico”. Sin embargo, esta definición no incluía el concepto de bienestar.
- En 2004, la OMS proporcionó una definición de salud mental como “un estado de bienestar en el que el individuo realiza sus propias habilidades, puede enfrentar el estrés normal de la vida, trabajar de manera productiva y contribuir a su comunidad”. Esta definición se basa en las perspectivas “hedónica” (bienestar emocional) y “eudaimónica” (autorrealización).
2. Debate sobre la definición de salud mental:
- Parece haber acuerdo en que la salud mental no es sólo la mera ausencia de enfermedad mental, pero la relación del concepto con el de bienestar mental sigue siendo poco clara o equívoca.
- Algunos argumentan que enfocarse en sentimientos positivos y autorrealización excluye situaciones donde la experiencia humana es triste, repugnante o aterradora.
- El requisito de productividad y/o contribución a la comunidad no abarca a adolescentes que luchan por encontrar su lugar en la comunidad, personas mayores que ya no pueden trabajar productivamente y miembros de grupos minoritarios marginados.
En resumen, el artículo destaca la necesidad de una definición consensuada que considere tanto el bienestar emocional como la autorrealización, pero también reconozca la complejidad de la experiencia humana.

